martes, 24 de octubre de 2017

A mi padre.

Nunca tuve el don paciente;
no sé calibrar el tiempo,
tenia fe en ganar mesura
a tu lado placentero;
y aunque muchas nuevas canas
gritan en mi sien su objeto,
no logro encajar la pieza 
de mi puzzle en juego ajeno.

Ni cicatriza ni cura
el frío áspero de Enero, 
ese hueco parte de mí
que marcó tu profundo ego.
¡Clamo contra el aire gélido
y apenas guardo resuello!

Sangré por Febrero y Marzo,
entre risas de embusteros,
en el carnaval de máscaras,
mofa, alcohol y revuelo;
en ningún salón o baile
mi antifaz dorado encuentro,
ese que ciega y oculta 
la deformidad y el miedo.

Sabes que sangro en Abril,
entre los cirios e incienso 
que embotan la madrugada
carmesí de Cristo eterno.
Mi sangre se mezcla con
la suya y soy un fragmento,
un atisbo de emoción
que muerde rasgando el sello
de lacre rojo en sus manos.
¡Qué cerca de ambos me veo,
atando suspiros al
ver a madre y su lamento!
¡Cuánto bien, fe y devoción!
que olvidan pronto el apego
sentido siete días sacros.

Pensando lloro, en secreto. 

¡Sangro!, dulce Mayo y Junio,
margarita y titubeo,
lirio, begoña, caléndula,
no emulan tu olor sereno.
Mientras la turba fiestera
cada feria pica anzuelo,
yo, ¡caracol y hierbabuena!;
...¿ves, que tus dichos recuerdo?
...¿ves, que te estaba escuchando? 
¿sabes qué es seguir queriendo?

¡Sangré en Julio y en Agosto! 
cerca de ti, amor confeso.
La mas negra sangre vi
al irse tu tenue aliento,...
pesa tibia, derramada
sobre tu perdido sueño.
Cama de hospital, helada,
respirando rauco y quieto,
veo ponzoña afilada;
ya no eras tú, solo cuerpo.

Nuevo trance que aceptar,
sumo otra cuita en mi acervo.

Septiembre,...vuelvo a sangrar.
Sigo en pie y apenas puedo,
ya pasó fugaz un lustro,
tristes días de paseos;
tu berricoso no llora, 
tampoco lee tus cuentos,
ahora reza mirando
un raído y blanco pañuelo,
ese atado en una cruz
que le susurra algo cierto, 
y es, que ya perdió un abuelo.

Sangro en Octubre y Noviembre,
en el crujir de hojas terco
del otoño en tonos ocres. 
Por mi santoral, un beso, 
buen arcángel de la guarda.
Y en cumpleaños, primero
tú, en paciente desayuno,
que servías con esmero
buen jamón recién cortado
sobre miga de pan tierno;
colonia era tu regalo
u otros enseres de aseo;
te gustaba oler bien y
me ilusionaba tu gesto.

Y también sangro en Diciembre,
sin ti y ¡tanto alrededor!
Eran tus mejores fiestas;
nevera y salón repleto
de cariño y panderetas,
de manjares suculentos,
dulces viandas en familia
que mimabas con deseo.
No hallo paz en Navidad,
cumplo este trámite adverso 
con los pocos que me quedan
y que nunca están contentos,
de calentar mi hogar con
dicha y gozo de su fuego.

Ahora, aún estando en cada
pequeño detalle o gesto
de mi vida tu enseñanza,
algún renglón en falta echo
con que centrar mi escritura.

Todo en la Tierra es efímero
y poco es aún sagrado.
Marchó mi fiel consejero,
el que forjó con saberes
nobles su legado honesto.
¡Mas te juro padre mio,
que no olvido tu recuerdo
y que no ha pasado un día
sin tu plegaria en mi rezo! 

                      A mi padre.





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