Arrullados en la paz fría
que inspira el silencio taciturno
de un perdón pactado y deshonesto,
se abrigan dos almas,
antaño gemelas,
con una jarapa rota,
calada de rutina yerta
y retales zurcidos.
Hundidos en la verdad
pesada y translúcida,
siendo ayer tabú
y ahora eterna,
asumimos el error
que nos llevó a cubrir
de lodo y sal
los frágiles cimientos
de aquel pacto leal.
Y ya no hay paz en mi edén,
no hay paz en tu paraíso,
quedaron pervertidos,
a la intemperie del tiempo,
en la tristeza de un otoño sin color.
Mirándonos,
un instante,
un instante,
un pasado habla,
mientras se deslizan lágrimas
sobre la ya imperfecta piel,
y entendemos por qué ahora
no quedan mimbres
para tejer de nuevo el cesto
en el que brevemente anidaron
nuestras ánimas
nuestras ánimas
de blanco amor.