domingo, 27 de octubre de 2019

Hiere uno, mueren dos.

 Arrullados en la paz fría 
 que inspira el silencio taciturno
 de un perdón pactado y deshonesto,
 se abrigan dos almas, 
 antaño gemelas,
 con una jarapa rota, 
 calada de rutina yerta
 y retales zurcidos. 

Hundidos en la verdad 
pesada y translúcida, 
siendo ayer tabú
y ahora eterna, 
asumimos el error
que nos llevó a cubrir 
de lodo y sal 
los frágiles cimientos 
de aquel pacto leal. 

Y ya no hay paz en mi edén, 
no hay paz en tu paraíso, 
quedaron pervertidos, 
a la intemperie del tiempo, 
en la tristeza de un otoño sin color. 

Mirándonos, 
un instante,
un pasado habla, 
mientras se deslizan lágrimas
sobre la ya imperfecta piel, 
y entendemos por qué ahora
no quedan mimbres
para tejer de nuevo el cesto 
en el que brevemente anidaron
                        nuestras ánimas 
                       de blanco amor. 












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