miércoles, 17 de abril de 2019

A mi hijo.



Yo no puedo parar el tiempo mi querido hijo,
tampoco sé cambiar reglas del juego divino,
pues cada cual afronta como puede el destino
hallando mil maneras de afrontar su acertijo.

Ninguna será buena si alguien por ti la elige,
porque en el viaje al nuevo mundo y a toda vela, 
has de ser tú quien fije rumbo en la carabela
si entre Buena Esperanza y Hornos no se dirige. 

Si por ventura escuchas cánticos de sirenas, 
como Ulises, ¡amárrate al palo de mesana!, 
pues no hay alma ni sangre caliente en esas venas,
sino muerte y veneno para tu esencia humana.

                  Te diré para que tu me entiendas... 

La vida es, procesión de viernes santo en Sevilla, 
paso lento y racheo sordo bajo la luna; 
menos triste si sabes medir bien tu cuadrilla;
esforzada y hermosa cuando llega a tribuna.

Es fácil malograr el paso, ¡atento y escucha
al capataz que llevas dentro y honra valores!, 
pues cada día es paso y a cada paso hay lucha 
que cincela el espíritu en mortero de amores.


          ¡Menos de costero a costero; 
avanzando poquito a poco,
siempre de frente!

Cuando encierres el paso al final de penitencia
y sientas que amar fue para ti, verdad y gozo
de una fe que cargó en ciego costal la sentencia
de promesas que un verde día lanzaste al pozo, 

sabrás, que la niñez marcha si cruzas el puente 
que construí para ti con maderos de amor puro;
y que los hombres nacen cuando luchan de frente 
con hidras y dragones de porvenir oscuro...

      ...veré yo tu homenaje en mi torre de poniente.


En La Carolina, Jueves Santo de 2019.
A mi hijo, con el amor de un padre.

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